Mi despertar fue como todos los días. ¡ Carmen levántate para que ayudes a tu papá ! uuuufff. Las seis de la mañana y me tocaba a mi el trabajito. Había que estar dos horas colocándole el pan crudo en la larga pala, que el rabioso de mi padre metía al horno caliente. El tenía que actuar con absoluta precisión, porque había que hacer caber la mayor cantidad de allullas posibles. Le rogaba a Dios que su mano actuara segura, que por nada del mundo fuera a colocar la pala en el lugar no debido. Si por casualidad, cometía un error al colocar el pan,,,, salían de la boquita de mi papacito, unos garabatos que nunca más le he escudo a persona alguna. ¡¡¡ POR LAS RESIETEMILCHUCHAS QUE SOY BOQUIABIERTO !!!! Mira como monté un pan arriba del otro. Lo malo que ya no había arreglo posible. Ese día nos tocaba comer pan doble, porque ni modo de venderlo. Quedaba para el consumo de la casa. Descansaba cuando terminábamos de echar el pan,,,, después, tapábamos el horno y esperábamos a que se cociera. Una vez listo, lo colocábamos en grandes canastos, de donde otra a de mis hermanas vendía. Era tres o cuatro hornadas las que hacíamos todos los días. Mi mamá mientras tanto, preparaba el desayuno, levantaba a los demás chiquillos y cuando finalizaba nuestra tarea, nos íbamos a la cocina donde esperaba el inmenso brasero con tetera, lechero y todo lo necesario para nuestro primer alimento del día. Era contundente, ulpo primero, después podíamos tomar un tecito. Las que estábamos en la escuela, partir apuraditas, porque el recorrido era largo, más de cuatro kilómetros a patita nomás. De Lunes a Sábado. Esa es la razón por la que me causan risa las personas que rezongaban por tener que caminar una cuadra para esperar el vilipendiado TRANSANTIAGO. En el verano la cosa era diferente,,,, como no había escuelas, alargabamos el desayuno hasta que mi mamá decía,,,, ya,,, cada una a hacer sus cosas y ella, tomandose las puntas del delantal, lo llenaba del trigo que sacaba de un cajón y se iba al patio:::: TIQUITIQUITIIIIIII,,,, llamaba a las gallinas que llegaban cacareando con sus parvadas de pollitos. Mientras picoteaban en el suelo, mi Santa Madre pillaba a alguna polla y con cuatro dedos tanteaba por si estaba lista para poner, no fuera cosa que se pusiera a armar nido por ahí le comieran los huevos los perros.

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